jueves, 14 de febrero de 2013

Educar en valores es preparar para la vida


 
Al niño hay que educarlo desde que nace y continuar su formación a lo largo de toda su niñez, pues desde el momento del nacimiento está receptivo para inculcarle ciertos valores que lo formarán para la vida.
 



Los niños ven en los adultos el claro ejemplo de lo correcto y quieren comportarse como ellos. Pero ¡cuidado! Si los adultos intentan enseñar ciertos valores con discursos pero sus hechos no son consecuentes a sus palabras, los niños “escucharán” sus comportamientos  y aprenderán algo muy distinto a lo que pretenden esos adultos cercanos.
Hay algunos valores que se deben inculcar a los niños desde muy pequeños y que son fundamentales en la convivencia. Estos son:
La obediencia: le permite al niño ir conociendo los caminos por los cuales debe andar mientras él no distinga bien estos caminos.
El respeto: empieza cuando los adultos se dirigen a los niños de la misma manera que se espera que ellos se dirijan hacia los demás.
La sinceridad: hay que fomentar que el niño cuente lo bueno y lo malo y que por más grave que sea la falta encontrará en sus padres una adecuada orientación.
Para que los niños no mientan se debe renunciar a la violencia como mecanismo de comunicación intrafamiliar, lo que en la práctica significa no castigarlos físicamente, no gritarles ni faltarles al respeto, pues se debe recordar que los niños mienten por miedo, al castigo por ejemplo.
La responsabilidad: para fomentar la responsabilidad en los hijos hay que hacerles sentir que son miembros muy importantes de la familia y que les tienen confianza para que asuman algunas tareas y encargos en casa.
La generosidad: para procurar que los niños y adolescentes sean generosos hay que acompañarlos en la crianza de tal modo que vean que la felicidad no está en tener muchas cosas sino en tener un corazón tan grande que les ayude a compartir lo suyo con las demás personas, no solo en las cosas materiales sino también en su forma de ser: aprender a esperar, a ceder, a hacer sacrificios por ellos mismos y por los otros.
La voluntad: el acompañamiento en la construcción de la voluntad pretende lograr que los niños y adolescentes sean constantes y tenaces, que terminen lo que empiecen, animándolos a hacer todas las cosas que puedan hacer solos, así como a dejar de hacer lo que no les conviene sin pataletas ni llanto.
  
El trabajo constante de los padres por inculcar ciertos valores en los hijos es fundamental. Si se es firme en este proceso, y se predica con el ejemplo, hay mayor probabilidad de lograr que estos valores se conviertan en virtudes de un hombre competente y feliz.